Como a la mayoría de los grupos que ahora catalogaría “de cabecera” para mí, llegué a Timber Timbre tarde, cuando acababan de publicar el disco que precedió al que hoy me esfuerzo por desgranar con poca fortuna. Corría el año 2014 y el piso de estudiantes que compartía con dos amigos se encontraba en pleno éxtasis. La llegada de Hot Dreams (2014, Arts & Crafts) fue una agradable pausa que afectó de forma importante al devenir de nuestros gustos musicales.
Escuchando Sincerely, Future Pollution (2017, City Slang) es fácil percibir que hay algo en Timber Timbre que los convierte en una banda especial. Es ese sosiego, esa verdadera elegancia –tan difícil de encontrar hoy en día–, ese sentimiento cercano a la literatura que despiertan sus canciones. Nada que acabemos de descubrir, pero algo bonito de recordar: venía siendo la marca distintiva de sus anteriores álbumes y alcanzó sus cotas más altas en Hot Dreams. La voz de ultratumba de Taylor Kirk, líder y compositor, sin duda sigue teniendo gran parte de culpa; pero la magia de Timber Timbre se ha cimentado casi siempre en una orquestada sencillez en los arreglos que rayaba en el minimalismo, en esa máxima de “menos es más”.
En este nuevo álbum –probablemente el más atrevido de los canadienses– el minimalismo sigue muy presente en las bases rítmicas, pero ha sido dejado de lado a la hora de arreglar las canciones. Kirk llegó al estudio con una imagen mental mucho más rudimentaria de cómo debían sonar las canciones, lo que facilitó al resto de los componentes aportar sus propias ideas y contribuyó a que la banda se haya salido un poco de los moldes que ellos mismos se habían forjado. Es fácil percibir las diferencias sonoras y estructurales que hay en este Sincerely, Future Pollution con respecto a sus predecesores.
Destaca la naturalidad con la que la banda se ha asentado en esta nueva forma de afrontar la grabación del disco: los pasajes instrumentales son aceptados como parte fundamental del conjunto, evidenciando la importancia del trabajo común por encima de la idea traída de casa. Tanto es así que entre las nueve canciones que componen el álbum dos están completamente exentas de parte vocal (Skin Tone y Bleu Nuit) y otra solo incorpora la voz al final, después de desatar un torrente instrumental que va creciendo sobre un ritmo de bajo que permanece, una vez más, inmutable (Sincerely, Future Pollution).
Aunque ellos mismos han reconocido no ser grandes amantes de la electrónica ni del pop, sí coinciden en señalar que cierta inquietud les ha llevado a no ceñirse tanto a las influencias y los sonidos que han considerado siempre propios del “buen gusto”. Los sintetizadores de alma funky en Grifting son una buena prueba de ello, una agradable sorpresa para aquellos que, aunque no necesitamos de innovación para disfrutar un disco de Timber Timbre, disfrutamos con ilusión de que se lancen a adentrarse por nuevos derroteros.
El álbum es un ejercicio de autocrítica en el que Timber Timbre trata de remendar lo que pueden haber entendido como sus carencias, pero no cabe duda de que siguen reconociéndose en un sonido y no le dan la espalda en ningún momento. Más bien le dan otra vuelta de tuerca, con mayor o menor fortuna según la canción, pero siempre tratando de exprimirlo al máximo y logrando sacar un disco que tiene momentos de auténtica maravilla.
«I could not release the inspiration ‘till you asked me to.»
Escucha Sincerely, Future Pollution aquí:
