Diciembre 2056
Bueno, ya estoy aquí, como cada año. A ver si les gusta el repertorio que les he preparado para la actuación. Esta vez espero acertar con las canciones, la verdad es que este trabajo se está poniendo cada día más complicado. El público cada vez es más crítico, más exigente con el repertorio. No puedes meterles cualquier cosa cantada de cualquier manera como hacían muchos de mis colegas en otros tiempos. Te la juegas.
Aún no he terminado de montar el equipo y, como siempre, ya empieza a llegar el público. Poco a poco se van llenando las primeras filas, mientras sigo conectando los cables de los altavoces.
Y empiezan a controlarme, como cada año.
—Esta vez tocarás algo de AC/DC, ¿no? —dice uno.
—Sí, claro.
—¿Y de Iron Maiden? —pregunta otro.
—Sí, creo que hay una.
—¿Solo una?
—Sí, bueno, ya veremos, según como esté el ambiente.
—¿Qué es ese aparato?
—Es para los efectos de la guitarra.
—Oh, es una Gibson del 73.
—Sí era de mi abuelo.
—¡¿Y de los Clash? ¿Tocarás alguna de los Clash?! —grita una voz femenina desde el fondo de la sala.
—Sí, sí, también.
—¿Y de los Chemical Brothers?
—Sí, habrá de todo, no os preocupéis.
—¡No te olvides de Queen! —dice otra.
—¡Sí, sí, alguna de Queen, no puede faltar! —repite el que está a su lado.
—Síii, voy a cantar de Queen también.
—¿Pondrás alguna de Dylan en el repertorio? Por favor, me encanta —suplica otro.
—¿Dylan?… Ufff… No jodas… —replican desde el fondo de la sala—. Si cantas algo de Dylan, que sea de la época más rockera, cuando se pone folkie es un plasta.
—Sí, no hay quien lo aguante. Yo no pondría nada en el repertorio, como mucho aquella versión del «Like a rolling Stone» en directo —opina otro.
—¡Ah, y algo de reggae, que no se te olvide! ¡Pero que no sean las mismas de siempre, el reggae no se acaba en Bob Marley! —propone otra voz.
—¡¡Y reggaetón!! ¡¡Queremos reggaetón!!—La facción sudamericana acaba de hacer acto de presencia.
—¡No, reggaetón no, por Dios!! —exclaman varios a la vez.
—¿Qué pasa? El reggaetón mola.
—Idos a la mierda con esa música… ¡Lo que hay que aguantar!… Mierda de sudacas.
—¡Eh, no te pases!
—Perdón, perdón… No…, no soy racista…, pero es que el reggaetón, no puedo con él.
—Qué manía le tenéis al reggaetón, parece que os da alergia la alegría.
—¿Alegría? Eso es un bodrio.
—¡Bah! No tienes argumentos. Da igual, queremos reggaetón y punto. Yo pago igual que tú. Además, el año pasado tuvimos que aguantar tres temas de Tom Waits, nada menos que tres, por poco me pego un tiro. Tuve que tomarme una caja de Prozac para volver a mi estado normal. ¡¡Viva el reggaetón!!
—¡¡Eso, eso!! ¡¡Reggaetón for president!!
—¡No! Prefiero Julio Iglesias antes que esa música para tarados.
—Pero, ¿qué dices?, no jodas, ¿estás loco? Este año nos libramos por fin de Julio Iglesias. Aprovecharemos que a nadie le gusta para quitarlo del repertorio… ¿O sí? ¿Hay alguien que quiera escuchar canciones de Julio Iglesias?
El silencio es absoluto.
—Bien, por fin nos libramos de él. Ya era hora.
—¡Alguna de los Smiths, no te olvides este año!
—¡Pink Floyd!
—¡Alguna de la Polla Records, que siempre nos tenéis marginados!
—¡Sí, eso, y Def con Dos!
—Vale, vale, calma, habrá para todos, dejadme cinco minutos para montar el equipo tranquilo y empezaré el concierto. ¿Vale?
—Vale, pero como no toques alguna de Led Zeppelin yo me largo.
Preparo el equipo de sonido, las luces, los playbacks, la guitarra, me cambio de ropa, y diez minutos más tarde me dispongo a empezar el concierto. Antes ordeno apagar las luces de la sala y mantengo al público veinte segundos a oscuras, en silencio, expectantes. Suelto la sintonía, un terrorífico solo de Jimi Hendrix a todo volumen envuelve la sala. Se escuchan los primeros vítores y aplausos… Se encienden los focos…y salgo a escena con toda la energía de la que dispongo…
—¡¡Buenas noches, hijos de putaaa!! —grito con todas mis fuerzas, mientras le doy al play y empiezo a tocar las primeras notas de Highway to hell.
Tiemblan las sillas de ruedas. Se escuchan las primeras toses, los primeros estornudos, las primeras convulsiones. Por suerte, las enfermeras están en sus puestos provistas de todo tipo de calmantes y armadas con lustrosas bombonas de oxigeno.
Esto de tocar en las residencias de ancianos ya no es lo que era.
Me espera un concierto agotador.
Texto: Daniel Higiénico
Ilustración: Pato Conde