Queridos Indios, queridos Salmones… hora es ya de reconocer en capítulo a parte la gran contribución a la cultura de las películas basadas en grandes musicales. Estoy hablando , como no, de todas aquellas maravillas del séptimo arte que albergaron melodías que se popularizaron de manera general antes de que la globalización nos cambiara las vidas. “West Side Story”, “Siete Novias para Siete Hermanos”, “Cabaret”, acaparadora de Oscars, “All that Jazz”, “La Leyenda de la Ciudad sin Nombre” con el genial Lee Marvin al frente y Clint Eastwood.
En aquellos tiempos el acceso a la música era, exclusivamente, a través de la radio. Luego a través de los más humildes televisores, medios que llevaron la música de las grandes pantallas a nuestros hogares. Aquellos tiempos en los que Fred Astaire bailaba con Ginger Rogers o Eleonor Powell u otras estrellas, que nos sorprendían bailando con un perchero, con un maniquí o con ellos mismos acompañados de las músicas de Glen Miller, de Benny Goodman o tantos otros.
Quien no recuerda la inmortal versión del «duelo de banjos» en “Deliverance”, quien puede olvidar la conquista del Oeste y aquellas bandas sonoras de Ennio Morricone o del genial Henry Mancini.
No hace falta recordaros tampoco que la fusión de baile, música y cine es un cocktail explosivo. Se destila tanto arte, tanta exhibición de talento, de galanura… No tiene que extrañarnos que las grandes estrellas hicieran, siempre que sus condiciones se lo permitían, incursiones más o menos fugaces en el cine.
Todas las estrellas de la música española, la antes llamada ligera o moderna, se cuidaron de dejar su impronta. Adolescentes entregadas decoraban sus carpetas con fotos de las pelis de Julio Iglesias, inerte, de Manolo Escobar, sin comentarios pero record de ventas e incluso las carpetas se llenaban de fotos de Karina. Por otra parte “Los Chicos de Preu” con Los Pekenikes como música de fondo, llenaron cines de barrio y de Gran Vía.
Quiero recomendaros la visión de “Cinema Paradise” que tiene una banda musical inolvidable, o dando un salto adelante la laureada “La Vida Es Bella”, ambas inolvidables y perpetuas para los que delante de una pantalla soñábamos, nos ilusionábamos e intentábamos adentrarnos en las historias que se narraban o, en su defecto, entre los pechos de nuestras acompañantes. Ningún otro lugar tan evocativo como el cine para escuchar aquellas “Chicas de la Cruz Roja”, aquel Toni Leblanc y tantos otros que fueron, por supuesto, nuestra banda sonora y visual. Cada vez que escuchábamos aquello de “el señoritooooooo”, con aquella voz imposible de dejar de imitar de Gracita Morales, nos ibamos de cabeza a “Sor Ye-yé” o a otras películas.
Más adelante hablaremos, otro día sin duda, del genero de la revista o la zarzuela, música para consumo de señoritos, señores, pretendientes de chachas o de Esperanza Roy.
Espero que estas pinceladas hayan sido, por lo menos para mi generación (y algunas posteriores y anteriores), cuanto menos evocadoras; y que cuando acabéis de leer os incorporéis poniendo cara a lo Gene Kelly y gomina, eso que no falte, para correr a los brazos de vuestra bellísima enamorada.
Dios salve al cine, Dios salve y bendiga al cine musical.
genial como siempre Pepe.es imposible resistirse a tu pasión por la música.y es un disfrute que la compartas
Gracias Miguel