Tan solo quiero expresar con palabras los pensamientos que últimamente acuden a mi cabeza en relación a la educación cultural de nuestro país. ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué se está perdiendo la curiosidad por descubrir cosas nuevas? ¿Por qué nos conformamos con cualquier producto prefabricado sin sustancia? ¿Qué culpa tenemos de todo esto? Es algo realmente preocupante y que nos lleva directamente a la pérdida de identidad, de valores, de capacidad de decisión, de saber distinguir entre lo que realmente vale la pena o de lo que se nos está imponiendo a base de manipulación. En este artículo de opinión voy a centrarme en la música, pero quede constancia que es algo global. Al tratarse de pensamientos pido disculpas si hay cierto desorden en el texto.
A causa de mi paternidad, hace seis años que me relaciono con otros padres de diferentes generaciones al igual que con profesores. Mi conclusión es que el problema viene de abajo de todo. La educación cultural a partir de 0 años es casi nula. Siempre hay excepciones, pero la mayoría de contenidos son extremadamente superficiales. Entiendo que los padres tienen (tendrían) que trabajar a conciencia pero claro, muchos (la mayoría) de ellos no tienen base ni se preocupan por crearla, en su lugar ceden la tablet o el móvil a sus hijos para que jueguen y no les molesten. Una situación que vivo casi a diario y que es desesperante… no digo que se tengan que prohibir, en absoluto, digo que hay que aprovechar el tiempo y saber administrar. La tecnología puede ser muy útil en materia cultural.
La impresión que tengo en relación a cómo se enseña música en nuestro país (y así como lo recuerdo yo de mi etapa escolar) es que hablamos de una asignatura con escasísima importancia en la que no se consigue crear curiosidad a los alumnos. En mi opinión, hay algo primordial que no se enseña y que es la base de todo: no se enseña a escuchar música. Soy consciente, no es tan fácil (y menos hoy en día) el encontrar tiempo para ello. Pero sí que existe la buena voluntad (búsquenla si no la encuentran). Hablo de olvidar todo, TODO, y dedicarse únicamente a escuchar música. Intentar entender (o darle un nuevo sentido) a la música del autor. Degustar y crearles curiosidad. Hablar de todos los estilos y no centrarse tantísimo en la música clásica. Coger la carátula, explicar quién es el autor, buscar información y explicársela, intentar reconocer los instrumentos, bailar si el cuerpo lo pide… en definitiva, aprender junto a los niños.
Es evidente, cuando somos pequeños todo lo que es una novedad es excitante. Hay la necesidad innata por conocer hasta el infinito. Si no se potencia esta maravillosa cualidad humana, esta queda anulada y cada vez se soporta menos la novedad. Un ejemplo es la necesidad que tiene la gente de tener que conocer la música para disfrutarla. Algo de lo que se encargan cadenas tan lamentables como los 40 principales que pinchan las mismas canciones día sí y día también hasta que quedan impregnadas en nosotros. ¿Por qué hay gente que es incapaz de disfrutar en una discoteca de música de baile “desconocida para ellos” pero de alta calidad? Han perdido hace años la capacidad de querer descubrir y experimentar… el cerebro no quiere trabajar… se conforma.
En cualquier fiesta celebrada en el colegio (por poner otro ejemplo de situaciones anti-culturales) en la que se pinche música siempre sucede lo mismo. El nulo criterio artístico es ofrecer música ultra-comercial sin nada de substancia. Lo mismo que comer una gominola (otro tema irritante) en lugar de una fruta o directamente un trozo de mierda en lugar de algo comestible. Si desde el principio les ofreces a tus hijos lo peor de lo peor en materia cultural les estás haciendo un flaco favor. Muchos dirán “pero es que lo que a mí me gusta no tiene porque ser lo que a ti te gusta” ok, perfecto, pero la cuestión es saber distinguir entre lo que es cultura real o lo que es un mal producto… algo creado con el único objetivo de hacer dinero a costa de todo, sin importar las consecuencias que pueda tener. Es un deber y una obligación el intentar educar culturalmente a nuestros hijos con conocimiento de causa.
Otro ejemplo falto de criterio sucedió hace pocos días. En un acto pagado con dinero público, un grupo de tres músicos actuó al aire libre para amenizar una degustación a cargo de varios restaurantes. La cuestión es que el grupo ofreció un repertorio de versiones de calidad mediocre por no decir nefasta. Y no lo digo solo por el hecho de ofrecerlas sin absolutamente nada nuevo que decir (y sin otorgarles personalidad), es decir, limitándose a intentar conectar ofreciendo algo que el público conoce (un truco barato). Lo que sucedió es que el grupo no tenía la calidad suficiente para ofrecer música en condiciones. Hablo de aficionados que bien merecen un respeto, claro, pero hay que entender que no se puede ofrecer algo así pagado con dinero público. Entonces sugerí a los organizadores la posibilidad de programar músicos de calidad y adecuados a la propuesta. Finalmente se hizo así y la cosa funcionó (por lo que doy las gracias a la organización por confiar en mi criterio) pero surgió la siguiente pregunta desde uno de los espectadores:
- No tengo claro que la gente que acude a este acto prefiera esta música (en esta caso hablamos de jazz a cargo de dos excelentes músicos profesionales) a las versiones del grupo aficionado.
Acto seguido el mismo espectador criticó la comida de uno de los restaurantes tachándola de insulto al ofrecer sushi con el arroz crudo o una sopa sin gusto (por poner dos ejemplo,). Algo que no fue criticado por la mayoría que consumió con gusto aquel manjar avergonzante. En aquel momento no pensé que la respuesta la tenía en su propia frase. El ofrecer música de bajísimo nivel, repito, pagada con dinero público, para mí es un insulto por lo que no puedes ofrecerlo de ninguna manera. Hay que tener la suficiente información, base cultural, asesoramiento (en el caso de dudar de alguna propuesta)… para crear un evento en el que se quiere destacar y en el que se quiere ofrecer calidad. En fin, creo que queda claro.
Es triste pero la sociedad actual rechaza cualquier forma de arte que se desmarque de lo habitual tachándola rápidamente de freak. Y eso es algo que es inconcebible a la par que indignante. Hace mucho tiempo que dejé de enfadarme de verdad por este tema, pero hay gente joven que pierde su oportunidad por aparentar lo que no es, por intentar demostrar que sigue los patrones, para evitar las temibles burlas de los amigos, para, al fin y al cabo, auto-anular su personalidad por culpa de la sociedad que estamos creando.
Para acabar este breve artículo de opinión os dejo las dos primeras imágenes que aparece en la brillante película “Tiempos Modernos” de Charles Chaplin (que vimos en familia por cierto). Queda todo dicho.