La primera vez que escuché a Connan Mockasin fue en el Cultura Club hace ya unos cuantos años. Pinchaba Nobisaki, mi dj favorito de aquella discoteca. Recuerdo que me acerqué a él a preguntarle por el tema que estaba sonando (en aquella época no conocía el Shazam). Era el «Forever Dolphin Love» en el rework de Erol Alkan.
Al día siguiente lo primero que hice fue buscar en las redes la canción original de Mockasin y me encontré con una genialidad de 10 minutos con una larga intro no apta para todos los oídos. Sin duda con el neozelandés nos encontramos con un artista especial. Pero no es de este álbum del que quiero hablar sino del que editó dos años más tarde: el CARAMEL (2013).
Normalmente, cuando reseño discos me gusta desgranarlos canción a canción como ya hiciera con el SINCE I LEFT YOU (2000) de The Avalanches o con LA CANCIÓN DE JUAN PERRO (1987) de Radio Futura. Sin embargo con este no lo haré así.
Podría hablarte del extraordinario álbum conceptual que es CARAMEL, del gusto de Connan por las voces distorsionadas, entre fantasmagóricas y oníricas, o de la búsqueda de la desafinación musical a base de ecos y sonidos etéreos.
En este caso te propongo otra cosa: que participes en una experiencia… Que la luz sea tenue… muy tenue. Tu boca debería saber a champán, a coyac o a sexo. Túmbate y acaricia a tu gato o a tu pareja si ya duerme, y embriágate de su perfume o del olor dulce de su piel. Ahora déjate empalagar con el sonido de CARAMEL. Estás a punto de entrar en el universo de Connan Mockasin y de perder la noción del tiempo y el espacio a través de sus azucarados sonidos.