Desde el primer día en que puse un disco desde la cabina The Fratellis se han colado en mis listas de reproducción y sesiones por un motivo u otro, un grupo que me parece divertido, entretenido, alegre. Para nada se trata de un referente, ni en tendencia, ni en estilo, ni en nada en concreto, simplemente algo resultón y suficiente.
Pensaba… uno de tantos grupos de los salidos en 2005 con su disco que pega fuerte entre los indios y algún que otro salmón y que desaparecerá inevitablemente, y al final han conseguido ganarme y que cambie de opinión con este último disco.
Un grupo de los que salió de esta clasificación personal parecida fueron los Artic Monkeys, cuando en 2006 y 2007 sacaban los discos “Whatever People Say I Am., That’s What I’m Not” y “Favourite Worst Nightmare” para después romper esa línea a golpe de guitarra y con temas más duros en general que en sus últimos trabajos. Ahora lo han hecho The Fratellis, siempre cinco años por detrás de los Artic pero en mi opinión avanzando por el buen camino.
En su nuevo disco EYES WIDE, TONGUE TIED, The Fratellis han dado un giro, aunque no tan brusco como para decir que es de 180 grados, mantienen sus guitarras animadas y pegadizas acompañadas por la voz agresiva, algo distorsionada, de John Fratelli lo que hace reconocible al grupo por mucho que cambien y, de hecho, su canción de presentación del disco “Baby Don’t You Lie to Me” no hacía pensar que fuera a haber ningún cambio de estilo. No me parece representativa del disco nuevo, sino un resto del estilo de los anteriores.
El giro al que me refiero ha provocado una división entre su público al igual que pasó con Artic Monkeys, aún es pronto para saber qué suerte correrán los Fratellis con sus fans.
Sus estribillos son menos frecuentes en estos temas y el resultado que les han dado las melodías y guitarras ha desembocado en un disco que no romperá tanto las pistas, pero que sí es más completo y de más calidad, forzando menos los coros de “fiesta alemana” y usándolo para potenciar ciertos momentos de la canción.
El empalago de escuchar música tan directa como en sus anteriores discos, que te llamaban la atención al momento pero que después quedaban en nada, como en “Henrietta” o en “Chelsea Dagger” , se ha sustituido de forma bastante natural por temas como “Me and the Devil”. No quiero decir que las antes mencionadas no sean grandes canciones, sólo que para mí cubren otro espectro de las múltiples funciones de la música, ambos me gustan en el momento adecuado.
En este último disco, al contrario que en sus trabajos previos, me gustó más la segunda que la primera y la tercera más que la segunda. En algún tema, se permite ralentizar el ritmo, como por ejemplo en “Dogtown”, dando otro matiz con sus coros y guitarras, es decir, los mismos elementos usados de forma diferente, ahora algo más serios con un resultado final de discazo. ¡Viva Escocia!