Sin saber por qué, en mis incursiones en las tiendas de discos, la portada de este me llamaba la atención…lo suficiente para cogerlo, pero no tanto como para comprarlo.
No obstante, un día en unos grandes almacenes, en una estantería, puesto en primera línea estaba de oferta. Por qué no «arriesgar» esos diez euritos… Al final lo peor que podría pasar es no escucharlo más que ese día, y éso es más habitual de lo que parece.
Nada…salí de allí, lo abrí, lo puse en el coche y no salió de él en un año.
De la primera a la última canción me decía algo…me hablaba de mí…me comprendía, me ponía en lo más triste, lo más nostálgico, lo más feliz, lo más «rockero», con un lenguaje especial. Un lenguaje que nunca llegaba a lo hortera-hiperglucemiante de Maná (hablando de amor sin necesidad de mencionar las palabras corazón ni la propia amor), ni tampoco a lo macarra «groller»(grosero).
Un disco de guitarras acústicas bonitas, de Quique González como autor y músico y de Carlos Raya como guitarra, asesor, productor, guía espiritual y también José Nortes a la producción. Prácticamente nadie más entró en él.
Fue grabado en sesiones cortas…tres canciones por sesión…las que tenía Quique compuestas cada vez y de las que económicamente podía asumir su grabación.
Las percusiones son enlatadas…y algún que otro efecto también…pero el poder de evocar, la sencillez a la hora de componer pero a la vez la dificultad de encontrar la medida justa del buen gusto, la capacidad de los dos músicos y el productor José Nortes de asumir sus cualidades y explotarlas…es, en mi humilde opinión, exquisita.
Día 21 de Mayo de 2001 se ponía a la venta por Universal, discográfica que a los pocos meses prescindió del artista con criterios evidente y únicamente comerciales.
Dos años después, y con un disco más, también editado por Universal, Quique pidió la carta de libertad y escribió el manifiesto «Peleando a la contra», en la cual expone su visión de ese momento en el mundo de la música y su compromiso para con su trabajo como artesano escritor de canciones.
Volviendo al disco, que no sé si es el más brillante de su carrera pero sí el que más significa para mí, decir que está compuesto de 16 canciones…desde las mediterráneas como Salitre, La ciudad del viento (probablemente referida a Mahón), Rompeolas…hasta las más guitarreras como Perdone agente, Jukebox…sin olvidar las acústicas Permiso para aterrizar, la versión acústica de la Ciudad del viento…es una colección de canciones con un sabor a mar Mediterráneo, a amor del que sangra, a noches de soledad en la barra de un bar, a verbenas de pueblo costero, a chicas de un verano jamás olvidado…pero sobretodo son canciones sinceras que se cantan desde el corazón y las vísceras.
Olían a clásicos de uno de los mejores autores de la música en castellano (no de uno de moda), y en éso se han convertido. El artista en uno de los grandes y dignos, y sus canciones en básicas e inolvidables.
Invito a todo el que tenga 10 euros a comprarlo y disfrutar desde su portada, de la que me enamoré, a leer sus textos…créditos, pequeña introducción, letras…y a ponerlo en el coche ahora(en un viaje que no querrás que acabe hasta que finalice el disco)…ahora cuando parece que acaba el verano.
Quizás sea el mejor álbum de fotos de vuestras vacaciones de este año…o de mil cosas que creéis que sólo están dentro de vosotros y resulta que alguien hahablado de ellas en sus canciones.
Y si queréis quedar bien, regaladlo.
Un ejemplo de amor a un oficio, de orgullo de lo hecho y de trabajo diario construyendo una carrera.