Josep L. Oliver
“Actualmente me siento conmovido por más música que nunca. Tratar de verla con una perspectiva más amplia y profunda pone de manifiesto que el lago es más amplio y profundo de lo que creíamos”. Así finaliza el prefacio del libro que nos ofrece David Byrne y realmente esa concepción se encuentra presente a lo largo de las más de 350 páginas de la obra.
Muchas cosas destacables tiene el libro de David Byrne, que para quien aun no haya oído hablar de él, fue el líder de los Talking Heads (una de las grandes e innovadoras bandas surgidas al albur del CBGB de Nueva York) y músico en activo. Relación entre danza y música, cuerpo y sonido, teatro y música, arquitectura y música, vestuario y escenografía, la duración de una canción, la gestión económica de una gira, etc. son algunos de los múltiples temas que se abordan en el libro.
Desde nuestro punto de vista, tal vez lo más destacable sea la historia de la evolución de los medios de registro y difusión de la música que este expone en su libro. La música se ha visto condicionada en tal medida por la tecnología que hoy es inconcebible sin la omnipresencia de la tecnología de producción, grabación, almacenaje y reproducción. Realmente si hacemos excepción de la voz humana y de las pulsiones de nuestro cuerpo y de la naturaleza (como no hace mucho ilustró nuestra colega Leti …) la tecnología, de hecho, ha estado presente en el diseño y construcción de cualquier instrumento, ampliando, pero también condicionando nuestras posibilidades de expresión. ¿Es un instrumento una controladora MIDI?.
Para quien conozca mínimamente la obra musical de Byrne no se le escapará que todos esos aspectos están presentes en ella y que desde la modestia, Byrne ha construido toda una personal manera de hacer que ilustra en el volumen en cuestión.
Bueno, una modestia un tanto particular ya que nuestro protagonista se permite contradecir nada menos que al “gruñón de Adorno” (p. 101), al afirmar que una actuación en directo puede ser un a experiencia más enriquecedora que la escucha sin aditamentos de una composición musical. Adorno pensaba, desde una concepción purista de la música que lo que no fuera estrictamente musical podía desvirtuar la escucha. Byrne afirma que “a veces nos resulta más emotiva una experiencia en directo que una grabación”. (p. 95). Parece ser que la tiene algo tomada con el filósofo ya que más adelante le dedica otros simpáticos calificativos: “sempiterno quejica donde los hubiera…” o “Quizá Adorno tenía razón. Pero quizá también fue una persona que nunca se lo pasó bien en un garito”. (p.143)
Dejemos las cuitas de Byrne con Adorno y volvamos al libro. Este merece leerse de forma pausada y es muy recomendable a medida que se va leyendo, considerarlo como si de un blog musical se tratase, es decir, escuchando y viendo (si es posible) las referencias musicales que lo inundan. Para muestra un botón, al hablar de la colaboración con otros géneros y artistas y a sus fuentes de inspiración se refiere como ejemplo a la pieza “Once in a Lifetime”. Afirma lo siguiente: “Para Once in a Lifetime preparé un elaborado número de danza que tomaba prestado del baile callejero japonés, del trance gospel y de algunas de mis propias improvisaciones” (p.61). Juzguen ustedes mismos.
Aunque yo prefiero el magnífico y frenético directo de I Zimbra
Creemos que mención especial merecen sus reflexiones en lo que respecta a la relación entre tecnología y música, en la actualidad en su punto álgido y seguro que el futuro superará cualquier expectativa…
También será muy interesante para cualquier músico con pretensiones de difusión de su obra el magnífico análisis que realiza de las diferentes modalidades de distribución de la música y de la relación con las compañías discográficas y las alternativas a ellas.
En fin, un obra altamente recomendable, bien escrita, sugerente y cargada de información. Si os decidís a la lectura ya nos contareis vuestra opinión al respecto.