Escribo éste artículo desde una Madrid que desde hace pocos minutos y al más puro estilo “Teresa Rampell” de mis queridos Manel, camina decidida entre billares, hace las paces con diversos brindis y grita a los cuatro vientos “Que viene el amor”. Y me viene de perlas. No solo por las ganas que tenía de ver a “mi” ciudad sacudirse de tanta polilla y discurso nodístico si no porque me pilla enmarañado en otro bipartidismo, musical en este caso, casi más antiguo que el que esta noche parece que empezamos a despedir. Y que yo celebro.
Posiciónate. Rápido.
¿Pepsi o Coca cola? ¿Barça o Madrid? ¿Café o té? ¿Blur u Oasis? … Etc. La constante necesidad de posicionarnos ante una complicada dicotomía es uno de los deportes más antiguos que practicamos los seres humanos. Ya sea por convencimiento profundo, simple gusto o bien por proyectar cierta imagen que nos defina de forma más o menos rápida y superficial ante un grupo.
Ahora bien, de todas las posibles disyuntivas que el fenómeno fan ha ido aglomerando a lo largo de su existencia, la que se lleva la palma, la más grande, el monolito, la piedra angular… la encontramos allá por los años 60. Y hasta hoy:
¿Eres de Los Beatles o de Los Rolling? La polémica lleva servida varias décadas. O no.
En estos momentos me pongo mis guantes de boxeo “Made in Liverpool” y preparo la cara para recibir unas cuentas hostias. Pues considero el debate completamente estéril y el escrutinio, innecesario. Y ojo, no me lo parece en el sentido estrictamente musical, que también (y me explicaré), si no que los argumentos de unos y de otros caen por norma general en la simplificación más barata de lo que ya no es ni una banda de rock, si no más bien una marca. Una simple proyección “Marketiniana” de ambas formaciones.
En 1965 uno de los padres del nuevo periodismo, Tom Wolfe, aseguraba;
«Los Beatles quieren cogerte la mano, Los Stones quemar tu ciudad”.
Es decir, que los chicos malos del infierno eterno son los Rolling y los yernos perfectos del pop con peinado de orinal son los Beatles. ¿Con cuál te quedas?
Esta simplificación está tan arraigada en la masa “fan” como la creencia popular de que Los Ramones eran una camiseta y Audrey Hepburn, un bolso. Y no tendría más importancia que la anecdótica si no fuera por la contribución que ha hecho a distorsionar la obra de ambas (enormes) bandas. Una por exceso. La otra por defecto.
Los Rolling, por supuesto, son los del exceso. Creedme amigos que no he conocido todavía al “fan” de Rolling Stones que en la barra de un bar me diga quince canciones de Los Rolling del tirón. Y mucho menos cinco nombres de sus discos. Éste tipo de sujeto, paradójicamente SÍ suele conocer muchas de Los Beatles a pesar de odiarlos por simple contraposición. Conoce más de quince canciones tal vez, pero difícilmente se salen del oxidado playlist de “Yellow Submarine” “Yesterday” «Let it be” o “Hey Jude”. Esto no hace si no demostrar que ante la disyuntiva Beatles/Rolling estamos más cerca de una posición estética o actitud hacia la vida que de un conocimiento profundo de la obra de ambos. Que quizás las bandas más famosas de la historia, sean también las más desconocidas y que el eterno combate entre ambas sea la punta del iceberg más veces coronada de la historia. Pero punta al fin y al cabo.
Señor Tom Wolfe, yo no tendría ningún problema en irme a quemar ciudades con Mick Jagger ya que son una de mis bandas favoritas y me encanta quemar ciudades. Pero dudo que muchas chicas le aguantaran la manita a Lennon si les cortejara con un “Yer Blues”, “Me and my monkey” “Happiness is a warm gun” o “Helter Skelter”. Como dudo también de que Los Stones llegaran (o pretendieran llegar) a picos evolutivos como “Because”, “A day in the life”, “I am the Walrus” o el excelso medley final de Abbey Road. También dudo, si me lo permites, que los que siguen discutiendo en la punta del iceberg reconocieran alguna de estas canciones bailando a las cinco de la mañana en la sala Ochoymedio de Madrid.
Madrid, Madrid, Madrid. Quizás deberíamos preguntarle directamente a Manuela Carmena que opina. Quizás se vea con fuerzas de terminar con éste bipartidismo musical y decirnos quienes molan más. Yo confío en ella. Sé que elegirá bien. Seguro que se queda con los dos.