Era aquel camino un paseo de olores y sensaciones distintas a las de otras veces…
Sonaba aquella misma letra a cuentos nunca antes oídos…
Era su sino entonces uno nuevo…
Igual…, distinto… ¿cómo dar con el duende escondido?
Mientras le pasaba el tiempo, le pesaba la vida,
y se sumergía en la búsqueda de su cofre dorado,
del singular tesoro etéreo, regalo de algún ángel huérfano,
sepultado muy lejos de los mares donde él vagaba…
Sin embargo la casualidad le presentó aquella flor dulce,
con un tacto aterciopelado y sincero.
Era la misma melodía de siempre, pero sentida con el corazón,
era el mismo poema disimulado, pero leído con mayor nitidez.
Era una señal de que todo iba a cambiar…, y todo cambiaba…
Cuando la vida se convertía en una carrera pesada,
el sentido perdía cada día un poco su razón.
Cuando los besos no alcanzaban sus labios,
el amor se congelaba, y estremecido gritaba.
Fue aquella diferencia minúscula, casi insignificante,
el encuentro milagroso de un destino caprichoso,
la dicha de la ninfa de las pequeñas cosas,
hada madrina de tan sólo unos pocos afortunados.
No perdió la paciencia, despreció la prisa y se detuvo a observar…
Fue testigo de una sonrisa cruzada que hablaba colores perfumados,
de un abrazo imbatible que comprendía un exceso de felicidad,
y de muchas más historias nunca atendidas…
Nunca después dejó de escuchar aquella canción con los ojos cerrados,
nunca después dejó de saborear un paseo por su particular limbo…
Nunca después fue el mismo, ni su amor tampoco…
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