(Para leer mientras escuchas…)
Otro año nuevo. Es año nuevo otra vez. Ya ves, la vida está llena de segundas oportunidades, le dijo a Frank … ¿Y para qué? respondió él, en un tono ácido y descreído. Es un año entero. Está en blanco, es un regalo y creo que lo que te pasa, le dijo Lucy mirándole fijamente y hablando despacio, como subrayando las palabras con los ojos, es que no lo has comprendido bien. Frank respondió que no sabía qué era lo que había que comprender. La misma rutina, el mismo trabajo, sacarlo todo adelante, exactamente igual un año tras otro. Ya probó, dijo, con eso de los nuevos propósitos y no hizo deporte, no fue a ver a la tía Evelyn antes de que muriese, no aprendió a utilizar la caladora eléctrica y seguía pagando a un chico de catorce años para que lo hiciera. No había cumplido ninguno de sus propósitos, y este año no iba a ser diferente.
– Te aventuras mucho al decir que no será diferente. No lo sabes. De hecho, lo desconoces por completo -dijo Lucy.
Él le pidió que le pasara el mando de la televisión y también que mirase bien lo que iba salir ahí. Y con un único gesto de su mano señaló y prendió el televisor con un zumbido pequeño, pero capaz de accionar un mundo entero, allí dentro– te voy a decir lo que sé que va a ser exactamente igual. Gente que mata, gente que muere. Gente que abusa de su poder, gente que se indigna. Sé exactamente por qué este año no va a ser diferente –dijo mirando fijamente la pantalla mientras se encendía.
Lucy le miró un rato. No al televisor, a él. No dijo nada. Tampoco parpadeó. Se levantó despacio, se acercó a la ventana y observó la calle, y si Frank fuera un hombre que se diese cuenta de lo que pasaba a su alrededor habría visto que no estaba nostálgica, y que tampoco era un momento dulce en su interior, aunque lo que sí era cierto era que estaba tan calmada como aparentaba. En ningún momento pareció que estuviera perdiendo los nervios o que no supiera lo que estaba haciendo, sino más bien todo lo contrario. Abrió la ventana, sin dejar de mirar a la calle. Despacio, fue hacia la televisión, la desenchufó, la alzó y solo cuando ya la tenía en el borde de la ventana, Frank abrió, desde dentro, los ojos.
– ¿Pero qué haces, estás loca?
– Tranquilo Frank, ya he mirado que en la calle no haya nadie a quien le pueda caer este trasto en la cabeza dañándola irreversiblemente, para siempre. Aunque me temo que no es eso lo que te preocupa del hecho de que lance la televisión por la ventana. Mucho me temo que no es eso lo que te preocupa en realidad…