Tras la separación de Smith Westerns, dos de sus miembros siguieron haciendo música por su cuenta. Eran Max Kakacek y Julien Ehrlich, y estaban sentando las bases de un proyecto que acabarían bautizando como Whitney y que bebe de los clásicos con un gusto exquisito. Julien, quien años antes había tocado la batería en la formación original de Unknown Mortal Orchestra, tomó las riendas de la parte vocal sin abandonar las baquetas. Algo poco común y que es una de sus señas de identidad.
Antes de que Light Upon The Lake (2016) se publicase, durante el año 2015, la banda empezó a girar apoyando a otros grupos. Entre ellos destacaba Tobias Jesso Jr., que ese año presentaba su aclamado debut Goon (2015), y que les puso en contacto con Jonathan Rado, miembro de Foxygen y productor de este disco que tan bien casa con su estilo.
La tónica del álbum es muy sencilla de describir: guitarras que no dejan de juguetear en ningún momento, teclados de corte clásico, instrumentos de viento-metal y una voz en falsete que entona melodías nostálgicas. No Woman, tema que abre el disco, saca a relucir sin demorarse todas las armas de Whitney. Además de ser el buque insignia de la banda, engloba todas las bondades de este conjunto. The Falls y Golden Days suben el ritmo con unas guitarras más rock sin abandonar el tono nostálgico, y Dave’s Song vuelve un poco a la tónica de No Woman. Es la historia de un hombre de 150 kilos que solía visitar a la banda en su apartamento, pero disfrazada de canción de amor de ritmo reposado y, por qué no decirlo, tristón. Porque este es un disco triste, pero no permite que uno se regodee en la autocompasión.
Después de la canción que da nombre al disco, Light Upon The Lake, única que renuncia del todo a las percusiones y favorita de los miembros de la banda, el ritmo vuelve a repuntar con No Matter Where We Go. El estribillo de este tema es uno de las momentos más R&B del disco, aunque esa influencia sobrevuela todo el conjunto del álbum. Es, además, la canción con más madera de single, algo que no obvió la banda al elegirla como último adelanto. Seguidamente, On My Own destapa un secreto a voces: lo mucho que hay de los Beatles en este disco (una obviedad, en realidad, deducible de casi cualquier disco pop). Red Moon, por su parte, es una de las joyas escondidas de este debut. Un precioso y breve instrumental basado en un piano y una trompeta de categoría.
El final de este álbum llega pronto (no pasa de la media hora), e incluye una de sus mejores canciones: Polly es una maravilla en la que un teclado Rhodes guía la línea vocal de un clásico instantáneo. Nuevamente, la guitarra juguetea y las trompetas ponen la guinda a un tema que habría sido perfecto para cerrar el disco. Sin embargo, Follow acepta el encargo con un tono optimista que sirve de despedida al abuelo de Julien, fallecido durante las sesiones de grabación. “I pray you’re troubled mind remembers / When it’s coming to an end / At least the rain won’t come again”.
Es difícil resistirse a la belleza de estas canciones. Toda la esencia de los ‘70 está recogida en este álbum, incluyendo una enorme sensibilidad melódica y una producción estudiadamente acorde por parte de Jonathan Rado. La temática de sus canciones no hace sino acrecentar estas sensaciones. Mientras suena, uno llega a apreciar los malos momentos como una parte ineludible y romántica de la vida.
Escucha el disco de Whitney aquí: