Querido lector, tal vez las líneas que voy a escribir no te importen una mierda pero a mi mamá sí. Y… ¿quién es más importante si no mi mamá? (y Albert Petit, claro)
La noche del Tercer Aniversario de Notodoesindie se fraguó hace ya algún tiempo gracias al curro de mis compañeros. Yo lo miraba desde la distancia con dos niños en brazos mientras pensaba: ¿me permitirán mis niños poder asistir?, es más… ¿me invitarán? ¿seré ya un exnotodoesindie sin ningún tipo de glamour? (si algo caracteriza al colectivo de Notodoesindie son las barriguitas glamourosas).
Es tan difícil ver siquiera un futuro cercano en pleno permiso de paternidad. Unos días antes la ausencia de mocos de mi descendencia parecía ponérmelo en bandeja. Una vez solucionados los clásicos problemas de logística pude ser parte del día más especial de Notodoesindie desde su nacimiento como colectivo.
Para mí el Aniversario empezó la noche antes cuando fuimos a buscar a Ariadna al aeropuerto. Ahí estábamos nosotros, en el coche familiar de Pau con su sillita en busca de la vocalista de Los Punsetes. Nos miramos y dijimos… “madre mía, qué pinta de rockeros tenemos”. Estuvimos varios minutos buscándola en Llegadas pero no la veíamos. Sus zapatos rosas de siete centímetros y su pelo blanco alborotado no eran lo suficientemente llamativos para nosotros a unas horas que, reconozcámoslo, ya solemos estar durmiendo. No eran ni las once de la noche cuando la dejamos en el hotel. Nos dio tiempo de ir a ver a El Último Vecino al Novo Café Lisboa y tomarnos dos cervezas. No quisimos liarla (tomar la tercera) ya que al día siguiente teníamos que estar a tope. A las tres de la mañana llegaba a casa, momento exacto en el que el pequeño de la familia decidía despertarse para tomar el biberón, que le di mientras tarareaba mentalmente: “Vaya suerte que tengo” de Los Punsetes.
Llegó el día. Sobre las cinco fui al Espai Focal de Casa Planas. Ahí me reencontré con Ariadna, un solete la verdad. Luego vinieron las pruebas de sonido, las compras en el Eroski para que no faltara de nada en el camerino barra cobertizo. Marito, nuestro técnico de sonido y argentino favorito, currando a destajo; Petit, hombre de negocios de Notodoesindie con el móvil echando humo en busca de una Telecaster. Cobretti y el resto de los Escorpio también llegaron. Aún no había empezado nada pero ya se movía todo. Las ocho, los Notodoesindie DJ’s (yo en este caso) empezamos a pinchar música mientras se entreveía en la oscuridad de la pista más y más cabezas. Esto tenía buena pinta…
Escorpio abrió la noche de conciertos en una sala hasta arriba de gente. Su actuación fue cojonuda, como siempre; me declaro fan absoluto de estos tres chavales. Luego llegaron Los Punsetes. La puesta en escena de la hierática Ariadna contrastaba con el pogo que nuestro lugoslavo Irra montó en la parte más cercana al escenario. Cerca de mí estaba Nacho. Me estuve fijando en él un rato pues aún no estaba seguro de si era él o de si se trataba de uno de sus muchos dobles. Sin embargo esa manera tranquila de atusarse la barba era única. Definitivamente se trataba del Nacho. Entonces, fruto de no sé muy bien qué, pude ver un bocadillo de pensamiento de esos que se ponen en los cómics saliendo de su cabeza, en él podía leerse: “¿y todo esto lo hemos hecho nosotros?”