Tras años leyendo listas de los mejores discos y no estando de acuerdo casi nunca con ninguna, lo último que puedo esperar es que alguien lo esté conmigo ahora. La experiencia dice que la mejor manera de afrontar algo tan pretencioso como una lista de lo mejor del año es no esperar absolutamente nada bueno de ella. Y si finalmente, te hace repasar ese disco al que no habías prestado mucha atención, o te lleva a algo nuevo que se te había pasado por completo, entonces sí, entonces quizás merezca la pena.
12 – PHOEBE BRIDGERS
“Stranger in the Alps”
A esta californiana de 23 años Neil Young posiblemente le cambió la vida (fue el primer concierto que recuerda cuando tenía 11 añitos), luego se interesó por el emo (hay mucho de ello en la honestidad en primera persona de sus letras, muchas parecen sacadas de su diario) y su álbum favorito es Either/Or, lo cual no es de extrañar pues hay muchos ecos de Elliot Smith en este Stranger in the Alps, título que es un guiño a El gran Lebowski. Una escena en la que John Goodman destroza con una palanca el deportivo rojo de la persona equivocada al grito de “do you see what happens Larry, when you fuck a stranger in the ass?” y que ridículamente se censuró con un “when you fight a stranger in the alps” para la versión televisiva del film. Con todo esto a mí ya me tiene bastante ganado. Supongo que a Ryan Adams le ocurrió algo parecido, pues en cuanto supo de ella la invitó a su estudio para acto seguido grabar un EP con tres temas, dos de los cuales –«Killer» y «Georgia»– forman parte, aunque en versiones diferentes, del álbum que nos ocupa. La voz de habitante de casa encantada de Bridgers nos hechiza de inmediato con Smoke signals y el puñado de buenas canciones que vienen a continuación, entre las que destacaría «Motion sickness», «Funeral», «Scott street» o la mencionada «Killer», donde la acompaña John Doe, uno de los padrinos invitados (el otro es Conor Oberst en “Would you rather”). El disco se cierra con una versión del “You missed my heart” que Mark Kozelek escribió para el gran Perils from the sea que hizo junto a Jimmy “Album Leaf” Lavalle.
11 – PLANNING FOR BURIAL
“Below the house”
Planning for burial es Thom Wasluck, un alma solitaria de Pensilvania que con sus guitarras, pedaleras, batería y maquinitas varias se dedica a crear melodías tristes de atmósferas densas. En 2009 debutó con un álbum (Leaving) que tenía grandes momentos, para un lustro después firmar un Desideratum demasiado oscuro y deprimente, posiblemente reflejo de su propia existencia por aquel entonces. En Below the house vuelve a la senda del prometedor debut y lo hace incorporando elementos más ásperos a su catálogo de sonido. Es el caso del black metal en el corte que abre, la gran “Whiskey and wine”, cuatro muros de guitarras que encierran a un Wasluck que lamenta en alaridos su dolor y decepción consigo mismo, y que finalmente se desvanecen en un final centelleante y esperanzador. “Somewhere in the evening” se cimenta en los mismos principios, esta vez jugando con dos voces, hasta que la atmósfera de guitarras se ralentiza y difumina dando paso a un hermoso y melancólico final de piano. Le sigue “Warmth of you”, lo más cerca que este hombre ha estado de hacer un tema pop y la confirmación a las sospechas de que el Seventeen seconds no es el único álbum de The Cure que ha quemado de tanto oír. Tras la gélida y minimalista “(something)” viene el plato fuerte de disco, las dos partes que conforman “The dull knife”, destacando sobremanera los inmensos 12 minutos de la oscura, hipnótica y bella segunda parte.
10 – AMENRA
“Mass VI”
Aunque las series Mass de Amenra van ya por el número 6, en realidad es el cuarto largo de estudio de la banda, el resto son EP’s. Y directos, que tienen unos cuantos, lo cual no es de extrañar pues los belgas hace tiempo que son una auténtica apisonadora en vivo. Independientemente de que te guste o no el sludge o el post-metal, estos discípulos de Ra transcienden los géneros en sus actuaciones. Noquean. Y ese poderío en vivo se ha trasladado al estudio. Basta escuchar los primeros compases de “Children of the eye” para darse cuenta que Mass VI suena mejor que ningún otro de sus álbumes precedentes. Las guitarras tan características de Amenra están ahí, ahora con más capas que nunca, creando una atmósfera inmensa, majestuosa. Vienen a la cabeza de inmediato los Neurosis de Times of grace a Given to the rising. Un paisaje sonoro apocalíptico que es el vehículo perfecto para que Colin Van Eeckhout exorcice su agonía de la manera tan visceral que acostumbra. Siempre con el contrapunto de sensibilidad, siendo este Mass VI el álbum donde la voz limpia de CVE luce más que nunca. Como ejemplos tenemos la emotiva parte central de “Plus près de toi”, o el arranque de la fantasmal “A solitary reign”, una joya con una melodía de guitarra que se queda grabada a fuego antes de que la tormenta de 11 minutos que es “Diaken” termine de arrasar con todo.
9 – ALDOUS HARDING
“Party”
Party, que de festivo tiene bien poco, es el segundo álbum de esta neozelandesa de 27 años. En su excelente debut de 2014 ya demostró tener una voz excepcional así como capacidad para escribir estupendas canciones. Folk gótico unas, americana otras, folk en general. Los de 4AD estuvieron vivos y la ficharon, poniendo la producción del álbum en manos de John Parish (PJ Harvey entre otros). Como objetivo –imagino- no solo dotar a la Harding de un sonido más contemporáneo, sino también acercarla a un público más amplio, que del folk no se vive (y menos si es gótico) y del pop se puede vivir muy bien. Una batería aquí, unos teclados por allá, una electrónica rasante y un saxo que sobrevuela. Esto se aprecia claramente en “Blend”, “Horizon”, “Imagining my man” y “Party”. En los dos últimas con mención especial a su voz. Si ya nos llamaba poderosamente la atención la gestualidad tan marcada, a veces inquietante, con la que se expresa, ahora la Harding se mete aún más en el personaje, hasta el punto de mutar la voz. Esa voz que a la postre es el instrumento principal y que en este álbum resplandece. Cálida. Emotiva. Especialmente en “I’m so sorry” y en el temazo final, “Swell does the skull” (parece que le gusta reservar lo mejor para el final, ya lo hizo en su debut con “Titus alone”), curiosamente dos de los temas del bloque más folkie que conforma el resto de este gran álbum que es Party.
8 – THE NEW YEAR
“Snow”
Primeros acordes de “Mayday” y ya sabes que son ellos. Entra Chris Brokaw, entra el bajo, las dos guitarras se desentrelazan y llega la voz de Matt, tranquila, triste, resignada. “We don’t want to know what It takes to make a good life” dice y a continuación de una de las guitarras fluye un solo que suena a gloria bendita. Es entonces cuando te das cuenta de lo mucho que los echaste de menos. Los hermanos Kadane, nuestros losers indies favoritos. Si el slowcore es un género glacial, The New Year es el rayo de sol entre las nubes oscuras, un hilo de esperanza en un paisaje desolado, ese grupo que cuando estás abatido o simplemente melancólico te hará sentir un poco mejor. Con “There’s nothing wrong with the twenty-first century, that wasn’t wrong with the twentieth too” arranca “Recent History”, un temazo que junto con “Gasoline” (allá por el 2001) es lo más parecido a un hipotético hit comercial que jamás hayan compuesto. Dieciséis años ya desde aquel primer álbum como The New Year tras la disolución de Bedhead y nueve desde su último trabajo, el gran disco homónimo de 2008. Algunas de las canciones que hay en Snow, como “Homebody” o “Dead and alive”, las escribieron ya por aquella época y se nota. Otras las han ido puliendo y transformando a lo largo de todos estos años, cuando podían abandonar sus respectivas ciudades y juntarse para ensayar. Es el caso de “The party’s over” o de temas de más minutaje del que nos tienen acostumbrados, como “Snow” (lo más cerca que jamás han estado del jazz), “Myths” o “The Beast”, cortes que conforman el núcleo duro del álbum y que lo catapultan a la categoría de discazo.
7 – MAX RICHTER
“Three Worlds: Music from Woolf Works”
En esta ocasión a Max Richter le proponen musicar un ballet –“Woolf Works”– inspirado en tres obras de Virginia Woolf (Mrs. Dalloway, Orlando y The Waves). Conviene saberlo para entender por qué Richter divide su trabajo en tres partes, claramente distinguibles pues al inicio de cada una nos encontramos con la narración de una voz femenina. En la primera, es la propia Virginia Woolf, en la única grabación conocida de su voz, quien abre. A continuación vienen “In The Garden”, “War Anthem” y “Meeting Again”, tres piezas que encajarían y de manera sobresaliente en cualquiera de los dos primeros trabajos de Richter, Memoryhouse y The Blue Notebooks. Esto es, el berlinés está muy inspirado. En la segunda parte, cambio radical. La electrónica se añade a la clásica y se suceden una serie de piezas más vanguardistas y también más cortas, con “Modular Astronomy” y “Transformation” como momentos estelares. Y lo de estelares con doble sentido. El hecho de no haber visto el ballet en cuestión otorga libertad absoluta a la hora de evocar imágenes, que en mi caso son de sci-fi pura (ganas infinitas de que a este hombre le den una buena cinta de ciencia ficción). Ya para la parte final, Richter nos reserva lo mejor, los 21 minutazos que le corresponden a The Waves, “Tuesday” y que se abre con una narración de la nota de suicidio de la señora Woolf para que a continuación la batuta de Max nos deleite con un paisaje sonoro de devastación, melancolía y belleza al ritmo de las olas. Tremendo.
6 – CONVERGE
“The dusk in us”
‘Are you ready for this?’ nos preguntaba Jacob Bannon en abril de 2016 antes de dejar la sala reducida a cenizas con la interpretación del Jane Doe al completo. Y es lo que me preguntaba yo mismo al ponerme con este The dusk in us, a sabiendas de que los de Massachusetts no son una banda fácil o inmediata. 16 años ya desde que Converge con aquel Jane Doe comenzaran a ejercer una enorme influencia en el mundo de la música extrema. Con sus álbumes, desde el sello Deathwish fundado por Bannon, o a través de los tentáculos de Kurt Ballou como productor. Influencia que ha sido bidireccional y ha puesto de manifiesto su capacidad de aprehender y hacer suyos sonidos que antes no lo eran. Prueba de ello es el tema que abre el álbum, “A single tear”. Con un Ben Koller desatado a la batería, Converge nos brindan varios cambios de tempo y estilo, que van desde los clásicos riffs matemáticos de Ballou, el sludge de unos Neurosis enfurecidos en los chorus, hasta la apoteosis final post-rock al grito de ‘when I held you for the first time I knew I had to survive’. La continuación, “Eye of the quarrel”, es su clásico trallazo de 2 minutos que además nos reserva otro clímax final. “Under duress”, la clase de arquitectura metal que es “Arkhipov Calm”, el dolor de “I can tell you about pain” y sus guitarras como cuchillas y la lenta, oscura y finalmente demoledora “The dusk in us” completan una cara A colosal. La B empieza más plana y coge color con “Murk and Marrow”. Tras la jesuslizardiana “Trigger” vienen dos bombas de relojería, “Broken by lights” y “Cannibals”, la primera con aroma de highlight en directo. Finalmente, tras la calma de “Thousand of miles between us”, Converge cierran por todo lo alto con la mastodóntica “Reptilian”.
5 – NEV COTTEE
“Broken flowers”
Este perfecto desconocido, tras ejercer como bajo/guitarra en una serie da bandas menores (la única que consiguió algo de atención fue Proud Mary y la tuvo más bien por ser el estreno discográfico del sello de Noel Gallagher), ya entradito en edad decidió buscar su sitio en solitario. Acertó. Dos estupendos discos, Stations (2013) y Strange news from the sun (2015), en los que fue evolucionando desde un sonido más influenciado por el universo Jason Pierce o la psicodelia costa oeste hasta facturar el álbum que nos ocupa. Broken Flowers es la banda sonora perfecta para una road movie en cinemascope, un paisaje sonoro enorme donde la voz grave de este crooner es absolutamente hipnótica. Recuerdos de Leonard Cohen, también de Scott Walker. Muy lento, más que cantar, habla, una especie de cruce entre el Richard Hawley más romántico y el hieratismo de Mark Lanegan. Para este disco Cottee, como buen excéntrico british, decidió marcharse a la India para escribir sobre su ciudad –Manchester- y, como no podía ser menos, del desamor. Tras una breve obertura donde te sube al coche, “Open eyes” efectivamente te abre los ojos y con esa mezcla entre voz de canalla y cuerdas de la atmosférica “I’ll sleep when I’m dead” ya estás atrapado en pleno viaje. No te suelta, todo lo contrario, el nivel sube aún más con “Be on your way” y sus guitarras delicatessen y se mantiene en “Nobody’s fool” y su riff de spaguetti western a lo Morricone. Después, tras bajar a repostar en “When the night comes”, el viaje se reanuda con la enorme “Tired of love”, sigue con ese homenaje a Waits que es “The house where I live” y llega a su destino con “City lights”. Con discos así, Nev Cottee no debería seguir siendo un desconocido por mucho más tiempo.
4 – PALLBEARER
“Heartless”
Heartless es el tercer discazo de los de Arkansas. No solo eso, es además la demostración de que no tienen intención de quedarse anquilosados en el sonido de su inicial y más homogéneo Sorrow and extinction. Ya en su segundo largo se vio una evolución, más sutil, incorporando nuevos elementos y estructuras a sus temas, como por ejemplo en el himno “The Ghost I Used to be” y que a la postre es la dirección que han seguido y que ha culminado en Heartless. Con unas habilidades instrumentales claramente al alza, Pallbearer han abandonado su zona de confort, incorporando a su sonido influencias de otros géneros, principalmente del rock progresivo de los 70. Esto, que a priori podría dar pánico -en mi opinión este género, salvo contadas excepciones, es el refugio de los grandes brasas de las seis cuerdas-, no ha hecho más que incrementar mi admiración por esta banda. Los dos ejemplos más claros quizás sean “Lie of survival” -una maravilla que arranca con unas guitarras gemelas que me hacen recordar a los Wishbone Ash de Argus– y la monumental “Dancing in madness”, posiblemente el mejor reflejo posible de lo que Pallbearer son actualmente, una banda con unos sólidos cimientos doom donde la sensibilidad de la voz y la guitarra de Brett Campbell tienen la capacidad de emocionar. Como emociona el anthem que cierra el álbum, la inmensa “A plea for understanding”. Un álbum que arranca con fuerza con dos growers como “I saw the end” y “Thorns” y lo completan “Cruel Road” (lo más acelerado que han hecho hasta la fecha) y la imponente “Heartless” que le da título.
3 – BELL WITCH
“Mirror reaper”
Bell Witch eran Dylan Desmond (bajo, voces) y Adrian Guerra (batería, voces), llevaban tres álbumes y comenzando a transcender su underground subgénero, que no es otro que el funeral doom metal. Tras el notable Four Phantoms (2015) Dylan le pide a Adrian, quien tiene serios problemas con el alcohol, que abandone la banda. Éste acepta marcharse y le sustituye su propio compañero de piso, Jesse Shreibman. Pocos meses después, Adrián Guerra fallece de un ataque al corazón. Tras las dudas de si seguir adelante con el proyecto Bell Witch, Dylan y Jesse deciden hacerlo y crean Mirror Reaper, un homenaje póstumo a su amigo y colega, una elegía catedralicia de 83 minutos sin pausa donde Desmond, a base de riffs lentos (muy muy lentos), melódicos y emotivos, lleva el hilo conductor, la batería pone los acentos y cimenta las partes más épicas y dramáticas y un Hammond añade atmósfera y solemnidad. Las voces de Shreibman (gutural y fantasmagórica), Desmond (a lo gregoriano), el difunto Guerra (una grabación suya aparece en un momento central de clímax) y del invitado Erik Moggridge (desolada y angelical) se suceden en esta monolítica exteriorización de la aflicción. Triste, hermosa, pero nunca deprimente. La producción de Billy Anderson (Red House Painters, Neurosis, Melvins…) es majestuosa y la alucinante portada a cargo del polaco Mariusz Lewandowski es la guinda final a esta obra maestra.
2 – RYAN ADAMS
“Prisoner B-sides”
Prisoner (el original) tiene una producción desconcertante. Hay un tremendo contraste entre temas de marcado acento ochentero (“Do you still love me?”, “Anything I say to you now”), otros estilo marca de la casa (“Shiver and shake”, “To be without you”) y el resto, que son una mezcla de ambos (“Doomsday”, “Broken anyway”). Hay canciones muy buenas pero el conjunto se antoja inconsistente, tan inconsistente como la carrera del propio Ryan Adams. Hace de Whiskeytown una banda de culto, debut en solitario aclamado por la crítica y un segundo que se convierte en superventas. Tras el primer bluf (Demolition), el mismo día que saca otra castañita (Rock and roll) publica dos Ep’s antológicos (Love is hell). En 2004 junta una banda superclase como son The Cardinals y saca discazos como Cold roses y Jacksonville en un mismo año, o más tarde Easy tiger. Cinco años después la desmantela para dedicarse a dar tumbos. Hasta ahora. Seguramente su ruptura sentimental ha sido el estímulo que necesitaba para sacar su mejor repertorio de canciones en muchos años. No son ya los doce temas de “Prisoner”, es el pack de singles que editó como contraataque a la tempranísima filtración del disco original y que como álbum per se (Prisoner b-sides) sólo está disponible en formato digital. En una producción que por momentos suena hasta maquetera Ryan Adams, armado con una guitarra con el chorus al 11 en una mano y una maleta llena de ideas en la otra, se teletransporta a los 80 para hacer un disco mayoritariamente pop, concatenar temazo tras temazo (“Juli”, la smithiana “It will never be the same”, “Hanging on to hope”, “Crazy now”, etc.) y, ahora sí, tocarnos la fibra con una “Too tired to cry” digna del mejor Prince o con la balada rockera a lo Temple of the dog que es “What if we’re wrong”. Como colofón, dos joyas del Adams más clásico, “Broken things” y “The empty bed”, que atendiendo a la secuencia serían los hipotéticos cierres de cara de un vinilo que esperemos algún día exista.
1 – EXQUIRLA
“Para quienes aún viven”
Ni Niño de Elche es Morente ni Toundra son Lagartija Nick. Sin Omega, Exquirla posiblemente no existirían. Omega fue innovador, un atrevimiento y un acierto. Tiene momentos grandiosos pero no es un disco redondo. El de Exquirla lo es. Los textos que han extraído del libro de Enrique Falcón, La marcha de los 150.000.000 son devastadores. Y necesario tenerlos delante para empaparse de esta obra maestra en su totalidad, salvo que vuestras habilidades auditivas os den para entender todo lo que canta Niño de Elche, que no es mi caso. Es el propio Falcón quien abre el disco, recitando “Canción de E”, una intro que empieza a ganar intensidad con un crescendo que el combo madrileño detiene de súbito para que entre Niño de Elche, reanudándose para acabar fundiendo guitarras con voz. Brutal comienzo, como brutal son los 9 minutos de “Destruidnos Juntos”, un tema que impacta a la primera. Más escuchas requieren el tema que sigue, “Hijos de la rabia”, pero merecen la pena. La bella “Interrogatorio” es el respiro antes de afrontar otra de las cimas del disco, “El grito del padre”, donde se pasa de la emoción y la piel de gallina al subidón de un final mágico. “Contigo” es el interludio necesario entre lo que se acaba de vivir y lo que se avecina, que no es otra cosa que “Un hombre” y “Europa Muda”. La primera sigue el patrón clásico del post-rock melódico que va ganando en intensidad hasta explosionar. Pero la voz y la letra lo llevan todo a otro nivel. Un clásico instantáneo. La segunda, al contrario, arranca con la intensidad sonora con que cerró la primera y a medida que va perdiendo decibelios gana en intensidad emocional, en la que posiblemente sea la letra más triste y bella de esta obra de arte que es Para quienes aún viven.
El Chotis!!! La Polilla!! Que mayores… enhorabuena Jul