Danzad, danzad, si no, estamos perdidos”
Pina Bausch
El pasado 29 de abril se celebró el Día Internacional de la Danza. Entre las múltiples citas que ofreció Madrid, se dio una. Una en Matadero. Una pieza colectiva de Roger Bernat, versión libre de “La consagración de la primavera”, que la bailarina Pina Bausch coreografió para la composición de Stravinski.
Se repartieron cascos individuales. Nos dispusimos alrededor de un rectángulo en el suelo de la Nave 16. Una voz, como de GPS, nos indicaba: “Sal y camina alrededor del escenario.” Solo a una persona, que cogiera el vestido rojo del centro. Corrimos, nos dispusimos en círculo, nos clavamos trágicos puñales en nuestros propios pechos, sacrificamos a una víctima que en la pieza original de Pina se desmayó por el esfuerzo físico y emocional de interpretar la coreografía. Unos tardamos más y otros menos. En darnos cuenta de que allí no iba a salir nadie. Los bailarines éramos nosotros.
A quienes piensen que la danza es para privilegiados que conocen la técnica, que empezaron desde muy temprano, se equivocan. Pina Bausch, considerada la gran reformadora internacional de la danza teatro, entendió la danza como una exploración de la condición humana. Quería bailar no por la apariencia artística de la danza sino para adentrarse en la naturaleza del ser humano. Le interesaba lo que movía a la gente y no cómo se movía la gente. Si de autenticidad se trataba, el soporte de la danza clásica no solo no era suficiente, sino casi opuesto a la realidad que quería mostrar, y buscó otra manera de transmitir su mensaje. No elaboraba obras desde su lógico principio, sino de dentro hacia fuera. Sus intérpretes debían estar dispuestos a representar su privacidad sobre el escenario, aportando sus ideas, nostaligias y debilidades. “A los que ya tienen su experiencia como bailarines –explicaba Pina– este tipo de trabajo les parece más importante, mientras que a quienes están empezando les gustaría naturalmente hacer muchas cosas, piruetas, saltos… Es posible que los bailarines jóvenes necesiten primero algo así antes de pasar a otras cosas que consideren importantes.”
Joya, el documental que se comenzó en vida de Pina. Tras su muerte repentina se paró el rodaje, pero los integrantes de la compañía insistieron en continuarlo. El resultado es una obra bellísima con piezas de gran poder visual, con elementos naturales –agua, turba sobre el escenario– o con la ciudad de Wuppertal como telón de fondo, donde sus fieles ya les conocían casi personalmente. Con “Song of the stars” de Dead Can Dance, o “Lillies of the valley” de Jun Miyake entre su banda Sonora. Con un título obvio: Pina. Abierto queda ese espacio a la expresión más pura de la vulnerabilidad y la crueldad del ser humano, de verdades tan escondidas como universales. ¿Seríamos una sociedad más sana si danzásemos todos lo que realmente somos?
Por eso, dance usted. No necesita saber. Cantaba Radio Futura: “Primero, olvide el miedo y luego mueva un dedo (…) Libere la presión interior.” Tampoco piense que es tarde. Olga Álvarez cuenta que empezó con más de 30. Sus alumnos eran padres, o trabajaban. El común denominador era el poco tiempo disponible, de manera que alimentó una técnica para entrar en la liberación del movimiento más deprisa. Participó en “Más 45” de Sebastián García Ferro, con otros 5 artistas reconocidos y 55 figurantes de entre 45 y 74 años.
Estoy empezando”, dijo Pina poco después de haber cumplido los 50.
Así que, por favor, haga ese regalo, a usted y al mundo. Cuente lo suyo, sin hablar y con el cuerpo. Dance usted.
