¡Pues estaréis contentos! Sí, todos vosotros que parece que estéis aguardando al verano como si durante el invierno no hubiera vida posible. Ahora no quiero lloros. Os quiero ver ahí con esos 35º-40º a la sombra, dándolo todo… Y es que el verano ha entrado fuerte, con olas de calor incluidas. Yo odio el calor, no soporto el periodo estival; sinceramente veo pocas ventajas en esta época del año, salvo que la puedas pasar íntegramente en la playa, en una piscina o, en su defecto, dentro de una bañera con hielo a ser posible. El verano es para mí esa época del año en la que todo transcurre entre paredes refrigeradas artificialmente y en la que el verbo hibernar cobra sentido, pero al revés.
En general no soy muy de odiar, pero me perdonarán ustedes…, el verano sí lo odio. Luego están los que odian por hobby. Esos que han hecho directamente del odio un estilo de vida, y lo que es peor…, probablemente una de las “modas” más dañinas, a la vez que seguidas y aplaudidas, de los últimos tiempos. Me refiero a esos que de entrada cuando leen, ven o escuchan algo (nuevo) tienen como acto reflejo la descalificación, el menosprecio y la soberbia. Luego ya si eso vendrá el documentarse y esas cosas. Pero lo primero es lo primero; y el buen hater es aquel que golpea primero, el de gatillo fácil. No me atrevo a decir que los odio, porque a pesar de todo me sigue pareciendo este un verbo muy extremo; pero sí podría decir que detesto esta actitud frente a lo distinto (a nuestros gustos). Es una obviedad decir que nunca va a llover a gusto de todos, pero me sigue produciendo una mezcla extraña entre tristeza y rabia ver cómo la animadversión, y las malas formas y palabras ganan la partida a la empatía y la comprensión. Supongo que porque eso requiere un esfuerzo. En estos días de trolls y haters creo, más que nunca, que urge la moderación y el respeto. Aunque pueda sonar a discurso paternal y oxidado, honestamente apuesto por él.
Si llevamos el tema al mundo de la música y echamos un vistazo a las redes sociales veremos rápida y fácilmente cómo la crítica usurera se extiende de modo viperino, por ejemplo, con el esperado lanzamiento de algún disco, el ansiado anuncio del cartel del festival de turno o el recién proclamado grupo-revelación del año. Y es que se ha hecho del odio un oficio; en lugar de valorar en muchos casos la diversidad y salir de nuestra zona de confort; en otros no negaré que la calidad del producto final es más que dudosa. Pero aun así siempre creeré que construir cuesta mucho más que destruir. Y es justo aquí donde pondría de relieve la faceta más creativa en todas estas acciones, que por lo menos requiere un reconocimiento. En general esto sigue costando muchísimo; cuando realmente no veo cuál es el problema en decir: “esto” (canción, cuadro, película, etc.) no me gusta, pero bien por la iniciativa y la capacidad creativa. Imagino que detrás de todo subyace el ADN envidioso y cainita del españolito medio. Una pena…, pero siempre podemos cambiar.
En cualquier caso, odio el calor del verano y maldigo a todos aquellos que predican sus bondades, porque de ellos es el reino del infierno (del calor)…