Chris Stapleton es un intachable del country, un elemento tenido en consideración a partes iguales por los que rezan a Hank Williams todas las noches sin faltar ni una, y por los integrados en el futuro del género, que hace tiempo es imparable, le pese a quien le pese. Su segunda colección de cortes: From A Room: Volume 1, editada en este mayo, es una pieza de un gusto sutil y camuflado, pero muy variado y complejo.
El golpe de pecho que permitió al cantante asomar la cabeza tras unos comienzos que, ni mucho menos podían hacernos prever el estatus que hoy atesora, fue su primer largo como frontman: Traveller, en 2015. Hasta entonces su trabajo como compositor le había conseguido más éxito y sobre todo, más dinero, que su labor como intérprete. Con este disco le llegaron los reconocimientos y la repercusión. No solo del público sino también de la crítica, que no dudó en calificarlo, creemos que no de forma vacía, de clásico instantáneo. De esta época de irrupción nacen amistades y afinidades musicales tan inicialmente alejadas como Justin Timberlake (tocaron juntos en la ceremonia de los Contry Music Awards, donde Stapleton se llevó vocalista masculino del año, artista revelación y mejor disco).
From A Room: Volume 1, tiene un punto más de diferencia interna que su anterior trabajo. Comienza con la esperanzada «Broken Halos» en la que los ecos de Buddy y Julie Miller son bastante nítidos. Por cierto, Stapleton también cuenta con la directa colaboración de su mujer, hace segundas voces en más de un tema. Y después de aquí el viaje por el resto de piezas, aunque con un hilo conductor firme, desmadra. Desmadra de una forma absolutamente gozosa. Los giros vocales se vuelven los de un cantante soul que ha interiorizado a Picket pero no hace ascos a otros contemporáneos como Lee Fields. En algunos momentos puede tocar el pop lírico de Glen Hansard y en otros irse a un primer Steve Earle, quien ya le ha lanzado flores en más de una entrevista. El éxito está en que, a pesar de la duración, 32 minutos, y de la variedad de palos, el armazón no se descompone en ningún momento.
Hace no mucho, un guitarrista de prestigio decía en una entrevista que el músico debe viajar y después, hacer participes a sus oyentes del viaje. Con este disco, vamos a estar en la abnegada Texas del viejo Guthrie, en el agitado Memphis de Ottis Reddin y en muchos otros sitios maravillosos.