El rock vasco tuvo un excelso ariete en Itoiz. Este grupo que empezó tocando en 1974 bajo el nombre de Indar Trabes en fiestas, verbenas y bodas (en funerales solo Goran Bregovich y las bandas de jazz de New Orleans) porque no había otros sitios en los que tocar cobrando algo, abrió los horizontes del rock en el País Vasco y hoy es reverenciado por los músicos del rock vasco que se interesen algo por sus orígenes. Su primer volumen homónimo data del lejano 1978. De unos inicios muy inspirados por el folk fueron derivando hacía un rock elegante, melancólico, urbano y muy influenciado por lo que entonces se llamaba rock progresivo. Su segundo volumen se llamó «Ezequiel» (1980), igual que todas las canciones del disco en el que juegan con variaciones de ese nombre. El tercero de sus discos, de nombre «Alkolea» (1982) es el que reseñamos hoy (y por cierto tiene edición japonesa). Después, cambios en los componentes del grupo les dieron una orientación más pop. Como he dicho, personalmente, me quedo con el tercero. Descubrí al grupo sin saber nada de ellos comprando un vinilo al azar en una librería que en los 80 ya era «alternativa». Eso aun me sigue sucediendo más allá de donde llega el Spotify, por ejemplo con los Lonely Driften Karen.
Contraportada del disco. Las estaciones y los trenes, omnipresentes en la iconografía del grupo. Creo que hubiera sido mejor portada que la que tuvo.
En «Alkolea» encontrareis un cantante y compositor finísimo que se cree lo que hace (Juan Carlos Pérez), unos arreglos personalísimos, un fantástico saxo que evoca ambientes cinematográficos, mágicos y húmedos, guitarras sin prisas y en su justo punto, teclados pasados por un Leslie que le da amplitud a todo. La aventura duró hasta el año 1988 y se despidieron como hay que hacerlo, con la grabación de un directo en un polideportivo de Getxo y en olor de multitudes («Eremuko Dunen Atzetik Dabil, 1988), aunque su último concierto fue en Burdeos.
Espero que lo disfruteis.