A estas alturas del partido, después de más de un año de vida, NotodoesIndie está resultando ser un grupo de lo más heterogéneo. Poco a poco hemos crecido haciendo gala de nuestro leitmotiv: hablar y escribir sobre cultura musical desde una perspectiva ecléctica, atemporal y fuera de todo prejuicio o encasillamiento (bueno, quizás no tanto). Dentro de nuestra particular fauna encontramos ejemplares de lo más diverso; desde incondicionales del indie patrio, pasando por quienes recurren a las viejas glorias de la escena alternativa internacional, o los freaks del soul y del garage; hasta expertos en música electrónica y sus infinitas ramificaciones. Incluso tenemos nuestra propia “metalera” de cabecera. Ni que decir tiene lo divertidas que pueden llegar a ser algunas de nuestras conversaciones (normalmente vía Messenger de Facebook, porque estamos muy desperdigados geográficamente).
Desde el punto de vista del autor, en general siempre he creído que una paleta multicolor luce mucho más a la hora de afrontar cualquier obra artística, ya sea una canción, un poema o un cuadro; aunque es cierto, que siempre existirán grandes excepciones que encuentran en lo monocromo el mejor refugio para acometer esas obras maestras por todos conocidas; ahí está el Guernica de Picasso por ejemplo. Pero como consumidor de arte, y de música en concreto, me parece fundamental permanecer abierto a todas esas diferencias cromáticas. Y me encanta el contraste dentro de un grupo como el nuestro (ya lo dijo Pablo, nuestro ‘gurú’: indios y salmones). Suena a tópico, pero una actitud así enriquece y nutre ese espíritu valiente del que se adentra en zonas desconocidas y menos confortables a priori. Pero tampoco vamos a dárnoslas de modernos y vanguardistas… Al final como mucho picoteamos un poco de aquí y otro poco de allá, sin profundizar en nada realmente; y ahí es donde nos salen los insurgentes en nuestra propia casa. Lo que probablemente nos convierta en conocedores de una parte y expertos en nada. Como mucho tendremos una opinión personal de un sonido, una escena musical, una banda, etc. ¿Y eso es bueno, o es malo? No lo tengo muy claro; aunque sí sé que ni somos profesionales de esto ni pretendemos dogmatizar. Sobre todo somos un grupo de gente con un gusto y sensibilidad especiales por la música, y ya. Y sigo creyendo muy positivo que surja el debate en el propio seno del colectivo; y que esa variedad de gustos nos anime a probar sabores sino nuevos, menos cercanos a nosotros.
Debido a estas diferencias en los gustos musicales, muchas veces ya discriminamos negativamente lo que es, a nuestro particular criterio, “buena” o “mala” música. Pero me pregunto cómo funciona eso. Es decir, en base a qué hacemos esa categorización; ¿existen acaso unos “cánones de belleza”, unos criterios objetivos oficiosos para ello? Pongo un ejemplo: ¿qué hace que una canción que suena en una radio más especializada como podría ser Radio 3 sea mejor que una que suena en otra más comercial como Los 40 Principales? Está claro que habrá quien diga que no es así, porque de hecho cada vez están menos claros los límites entre el denostado mainstream y el manoseado indie; pero tengo serias dudas de que aquellas personas que dicen ser amantes de la música escuchen la emisora de Prisa. Y ojo, lo digo sin segundas intenciones. De hecho hasta es probable que critiquen abiertamente, ya sea por convencimiento o por ‘postureo’, a la cadena pública. Sin embargo, vuelvo a plantear una pregunta aparentemente simple: ¿cómo sabemos que una canción es buena? Sí, es algo subjetivo por supuesto; pero quizás se deberían consensuar unos mínimos para poder asegurar que una composición musical cumple esos requisitos básicos que nos dejen tranquilos y nos garanticen una calidad óptima a la hora de consumir música. Y es que, sin ánimo de ofender a nadie, ¿qué aporta el ‘reguetón’? Personalmente creo que hasta daña a la música, pero esa es otra historia…
Pues bien, ahora permitidme fantasear un poco. ¿Os imagináis una academia de la música (mundial)? No voy a entrar en cómo se crearía, ni quiénes la compondrían, ni mayores detalles (podría ser objeto de otro artículo). Pero me imagino una mesa redonda, en plan “Rey Arturo”, donde cabrían representantes de los principales géneros musicales debatiendo descarnadamente sobre la inclusión o no de este o aquel criterio, de si se acepta o no un estilo emergente, etc. ¿No hay reales academias de todo y para todo? Pues hagámosles un favor a los que nos vienen detrás y fijemos unas bases para la objetividad musical. Que nadie me pueda decir que Vetusta Morla (por poner un ejemplo) son malos porque suenan en una radio-fórmula. Vayamos un poquito más allá de las famosas etiquetas por favor. Escuchemos y dejémonos llevar más. Pero pongámosle puerta al campo, porque no todo vale, ¿o sí?
Supongo que ni así nos pondríamos de acuerdo. Siempre habría quien restara autoridad a la academia o directamente no la aceptara como tal. Y es que el ser humano tiene estas cosillas…
A propósito, ¿qué os parece lo último de Wilco? Ah no…, que a estos no les critica nadie. Pues señores académicos imaginarios, ya saben por dónde empezar…
¡Salud!