“I just feel like we’re right where we’re supposed to be right now. I meant what I said to you a couple of years ago I feel like this is a closing chapter of something. I stand by that I’m afraid.”
Chris Martin, Coldplay.
Al igual que Chris Martin uno se enfrenta a ciertos miedos cuando va a ver por primera vez a uno de sus grupos favoritos; “¿y si, después de toda la espera, no me gusta el directo?¿Y si el sonido no es bueno?¿Y si no tocan ‘Yellow’?” Esas preguntas, y algunas más, pasan por tu cabeza los días antes del concierto; a eso hay que sumarle la ilusión y los nervios. Sí, esos mismos de las primeras veces (de TODAS las primeras veces). Así que con toda esa mezcla de sensaciones llegué al Estadio Lluis Companys (otrora conocido como Estadi Olimpic de Montjuic) el 27 de mayo en la que sería la segunda cita de Coldplay con la Ciudad Condal.
Chris Martin lleva hablando de despedida/ruptura/fin de ciclo desde que A head full of dreams, séptimo trabajo en la carrera de los ingleses, viese la luz. Así que, 16 años después del éxito que supuso su primer LP Parachutes y con un sonido muy diferente al que nos presentaban entonces, llegábamos a Barcelona para asistir a la que parecía ser, si se confirman las palabras del líder del grupo, la gira de despedida de Coldplay.
Los nervios aumentan considerablemente las ganas por querer entrar pronto al recinto y coger un sitio lo suficientemente bueno para no perderte nada pero que no conlleve sufrir horas de espera ante un sol infernal. Así que dos horas y media antes del inicio del concierto nos dispusimos a entrar en el estadio. Antes de ello, y después de pasar por los dos controles de seguridad pertinentes (dentro nos encontraríamos dos más), en la entrada del estadio nos entregaron una pulsera (que más tarde descubriríamos que es uno de los elementos principales del show) y una chapa con la palabra ‘LOVE’. Podría decirse que acabábamos de recibir el cotillón para la fiesta que se nos venía encima.
Primero Alessia Cara y más tarde Lianne La Havas se encargaron de hacer más llevadera la espera hasta las 21:30 momento en el que Coldplay hacía acto de presencia sobre el escenario haciendo sonar las primeras notas de A head full of dreams, treinta segundos después Chris Martin hacía su espectacular entrada momento en el cual la FIESTA quedaba inaugurada. No tardaron mucho en aparecer los fuegos artificiales, los confetis (Ana Mato se hubiese vuelto loca ante tanto papel por los aires) y ponerse en funcionamiento las pulseras que nos entregaron a la entrada siendo las encargadas durante muchos momentos del concierto de iluminar todo el estadio.
Como en toda fiesta hay momento en los que el alcohol nos hace ponernos trascendentales y cariñosos mientras hablamos del pasado y de lo mucho que queremos a los amigos que nos rodean. Esta fiesta no iba a ser menos y hubo momentos para el recuerdo de los que se fueron (en la versión de Heroes de David Bowie) y para lo que fue el sonido Coldplay con Trouble y sobre todo con la versión en acústico de See You Soon.
Antes de todo eso ya habían sonado gran parte de sus hits (Sí, Yellow cayó la segunda del setlist y desde ese momento yo fui feliz). Entrábamos en la parte final del concierto (antes de los bises) y faltaba por sonar la joya de la corona, la canción que hace que el hecho de que más de 55 mil personas se reúnan en un estadio adquiera sentido. El momento llegó y sonaron los primeros acordes; el estadio se vino arriba (como si no lo hubiese estado ya durante toda la noche). Con Viva la Vida llegaba el éxtasis, y Chris Martin y su banda saben sacarle partido, la música baja un poco los decibelios y el sonido de los coros desde el público, gritados como si no hubiese un mañana, inunda todo el estadio; una situación ante la cual es imposible no emocionarse y que se te pongan los pelos de punta.
Hablo todo el tiempo de fiesta y sé, por mucho que duela, que todas llegan a su fin, algunas de forma más amarga y otras, como en el caso del pasado viernes en Montjuic, están diseñadas para que días después todavía las recuerdes con una sonrisa en la boca. Amazing Day, A sky full of Stars y Up&Up pusieron el broche de oro a una noche donde brilló la música como espectáculo con un sonido perfecto que hicieron olvidar los fantasmas del último concierto de la banda en Barcelona.
Volviendo a casa, entre la marea de gente, una amiga (con algo más de experiencia en verlos en directo que un servidor) me comentó ‘La evolución en la calidad de los conciertos de Coldplay es inversamente proporcional a la evolución en la calidad de su música’. Y me quedé pensando en eso. Si se cumplen las palabras de Chris Martin quizás Coldplay acabe con un disco mediocre pero la fiesta de despedida que han montado para ello merece la pena vivirla (y desear quedarse a vivir).