Mientras un Pete Doherty demacrado grababa nuevo material en Barcelona me vino a la memoria lo último que sacó su compañero de batallas, el tapado Carl Barât. Apenas se habló de su debut en la soledad, cual llanero del desierto, sin esa sombra que suponía para él Doherty. Corría el año 2010 y la otra cabeza visible de The Libertines se atrevía a demostrar que él también sabe apañárselas solo mientras su banda más conocida permanecía enterrada. Qué lejos queda Dirty Pretty Things del papel en solitario de Carl Barât. Sí, papel; nunca mejor dicho porque antes de adentrarse en la música Barât estudió para ser actor y su disco homónimo evidencia su faceta más dramática. Está irreconocible en aquel estreno; es como si hubiéramos descubierto al avezado, joven y calmado Barât, lo equivalente a mojar la magdalena de Proust cuando das una oportunidad a un melenudo británico con pintas de francés. Son una decena de canciones autobiográficas que bien podrían estar destinadas a ser la banda sonora de un cabaret. Un más que probable guiño a su ascendencia gala. El tema introductorio “The Magus” ya desvela cómo pretende que sea recibida su primera aventura por la lúgubre industria musical. “Je Regrette, Je Regrette” es otra de las canciones destacadas por sonar optimista a pesar de abordar un fracaso personal. Una acertada combinación de instrumentos de viento hace que el single “Run with the boys” se convierta en lo mejor del disco publicado en la discográfica Pias. En según que temas se puede acusar a Carl Barât de caer en un romanticismo abusivo. Quizá echaba de menos la compañía de los Dirty Pretty Things o los Libertines y se volvió ñoño el chaval. De buenas a primeras es un trabajo complicado de digerir que puede resultar hasta tedioso por la apuesta sin tapujos de la balada.
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