Música. ¿Qué hacer con ella? Lo más habitual es escuchar la interpretada por otros. Cantar sus canciones hasta hacerlas nuestras. Permitir que ocupen lugares de nuestra memoria, de nuestro corazón, incluso en nuestras células.
Pero, ¿y si en lugar de escuchar canciones ajenas hubiese una canción por cada uno de nosotros? ¿Una canción que fuese no algo que componemos, sino nuestro modo de sonar? Si nuestro rastro, nuestros pasos, hasta el del más insignificante de nuestros gestos, pudiese pintarse… ¿acaso no saldría, quizá, una partitura?
¿Y si ya estuviésemos haciendo música sin saberlo?
En La sinfonía acuática, libro de nuestra colección, el protagonista tiene la capacidad de extraer una canción del vaso de agua de cada uno de sus clientes. Escuchar esa canción les conduce de regreso a su más íntima verdad. La artista Marta Fernández Calvo también ha querido extraer música de lo común, de lo cotidiano. En un mundo cada vez más integrador de aparentes opuestos e imbuida de esa tendencia a la multisensorialidad, a valerse de las sinestesias para la exploración de la expresión y la creatividad, ha querido extraer música esta vez no de un vaso de agua, sino del acto culinario. Convertir la preparación de un plato en una canción. Como lo oyes.
La artista prepara un concierto menú. Un recital de recetas sonoras. De modo que podemos añadir algo más que hacer con la música: digerirla. Del 14 y hasta el 20 de diciembre tienes tiempo de presentar tus recetas en Conde Duque. Si hay algo que te sale delicioso, la artista te seleccionará y te grabará en tu cocina ejecutando tu plato. De esa grabación se extraerá una canción. Su sonido será traducido a nomenclatura musical por los diferentes compositores que participan en el proyecto: el chelista Sergio Menem, el dúo Treme y la banda Melange. El repertorio gastronómico obtenido se presentará en el auditorio de Conde Duque el 4 de febrero, y será facilitado al público sobre papel a modo de programa-recetario.
No es la primera vez que se hace. Ya los chicos de UltraLab quisieron jugar con ciertos dispositivos a hacer manzanas o peras musicales, siendo la Orquesta Vegetal de Viena la que ha obtenido un sonido puro de los vegetales sin tecnología adicional. ¿Quién dijo que no se podía jugar con la comida?
Obteniendo un resultado similar al de la música electrónica experimental y los ritmos africanos, ellos mismos fabrican los instrumentos dedicando unas tres horas previas a cada concierto, y suelen ofrecer a su audiencia una sopa hecha con los mismos al terminar. Otros incluso han hackeado el sushi para extraer música de él.
Cómo hacer música de la cocina japonesa
Tal vez no esté de más recordar que todo lo que hacemos va dejando, como el aroma de un guiso, como una melodía, una impronta que no por invisible deja de existir. Cada una de nuestras acciones, incluso las más cotidianas, está cargada de una o varias emociones, y con ellas se llena el aire, como se llena con las canciones. No se pueden tocar, ni se ven, pero quedan suspendidas en el aire, afectándonos a nosotros y a los que nos rodean. Qué música saldrá de nuestras cocinas, de sus olores, de nuestros gestos y nuestras manos la próxima vez que hagamos la cena. A qué sonará lo sabroso. Cocina musical. Gastromúsica. Música en todo lo que haces, en cada uno de tus gestos.
¿Será ese el secreto para que las albóndigas queden más buenas?
Y sea siempre magia la vida cotidiana» Gabriel Celaya