La Costa Brava es uno de los grupos más imperfectos que ha dado el pop español. Sus distintos cantantes tienen personalidad pero no destacan por unas grandes voces, sus letras a veces rozan lo cursi, el sonido de sus discos no destaca por una gran producción…
Hace unos años le puse en el coche a un amigo músico el último disco del grupo, “Velocidad de crucero” y su reacción fue decirme que no estaba mal pero que parecía una maqueta… ¡Y eso que está considerado como el disco con sonido más limpio! Ahí residía parte de su encanto, se trata de un proyecto hecho entre amigos sin mayores pretensiones que realizar canciones juntos y se nota esa autenticidad. El proyecto, como explicaron sus miembros, nació de una amistad musical surgida entre Fran Fernández, cantante de Australian Blonde, y Sergio Algora, del Niño Gusano y Muy Poca Gente.
Este verano se cumplieron seis años desde que nos dejó Sergio Algora por culpa de una enfermedad del corazón y creo que su figura y el legado de la Costa Brava no han sido suficientemente reconocidos. Para un grupo ser considerado “de culto” y casi no poder vivir exclusivamente de ello debe ser frustrante. He leído que los que lo conocían comentan de Algora que destilaba ilusión y ganas de vivir a raudales, la enfermedad cardíaca diagnosticada, lejos de apagarle, por lo visto aún le dio mayor energía. Eso se percibe en las vitalistas letras de la Costa Brava y lo transmitían en directo, al menos en la ocasión que tuve de verlos.
La Costa Brava facturó seis discos en apenas poco más de cuatro años: “Déjese querer por una loca” (2003), “Los días más largos” (2003), “Se hacen los interesantes”, (2004), “Llamadas perdidas” (2004), “Costabravismo” (2005), “Velocidad de Crucero” (2007). Es difícil destacar a alguno por encima de los demás pues ellos no se preocupaban por sacar el disco perfecto sino grabar y sacar a la luz todo lo que salía de unas personas tan creativas y cada disco esconde varias canciones memorables. Sus letras tratan de temas cotidianos y personajes públicos como “Natalia Verbeke”, “El Cumpleaños de Ronaldo” o “Canción para Beyoncé Knowles”. Resultan tan cercanas como entrañables y, sobre todo, llenas de imaginación. Ellos no se centran en el glamour de una fiesta de los Galácticos sino en la frustración de la pobre chica que se queda en la puerta y no puede entrar, pura ironía. Seamos sinceros, a indies no nos gana nadie pero luego bien que nos gustan “Las pijas de mi ciudad”, pues ellos lo describían perfectamente y les dedicaban a una canción proclamándoles adoración, al igual que a “Las novias con el pelo largo”.
Todo ello con una imagen real y sincera y una gran pasión por la música. Ellos fueron pioneros en ofrecerse a tocar en tu salón con sus “conciertos a domicilio”; al acabar los conciertos tradicionales ahí estaban en el puesto de merchandising y sobre todo lo que importaba eran las canciones. Siempre cuidando mucho la estética de sus portadas con esa imagen tan “sesentas” de sus discos pero llenos de autenticidad, sin importar modas ni etiquetas y ahí grandes versiones de otros grupos como Mecano y su “No me enseñen la lección”, “Cena recalentada” de Golpes Bajos o la recreación instrumental del “Je t’aime, moi non plus” de Serge Gainsbour.
La noche en que los vi en directo el técnico de la sala Apolo de Barcelona no se atrevió a darme el setlist que tenía en la mesa sin permiso del grupo, lástima, hoy sería un tesoro en mi colección de repertorios y los hubiera incluido en “31 Conciertos”. No le di importancia pues estaba seguro de que los volvería a ver pronto. Ese año, 2007, sacaron el excelente “Velocidad de Crucero” en el que se unía a la composición el nuevo fichaje Ricardo Vicente e incluso el batería Enrique Moreno firmaba algún tema. El gran encanto era tener varios grupos en uno pues siguiendo una coherencia cada compositor dotaba a sus canciones de una personalidad que dotaba de gran personalidad a sus canciones, la delicada “Japonesa”, la hipnótica “Natasha Kampush (hazme una perdida)”, la pegadiza “Olímpicos”, la elaborada letra de “Amor bajo cero”… Rectifico, probablemente el último disco destaca un poquito por encima de los demás, no entiendo que no tuvieran más éxito.
Suena a tópico pero un disco de la Costa Brava es mucho más que la suma de sus partes. Si coges sus distintos proyectos: El Niño Gusano, Australian Blonde, Ricardo Vicente, Francisco Nixon… están todos bien pero es que, ¡en La Costa Brava los tenías a todos!
Estoy convencido de que en el siguiente disco, con quienquiera que se hubiera arriesgado editarles, se hubieran salido, pues ese extra que aportaba Ricardo a los otros dos genios aún estaba por explotar al máximo. Sin embargo el que se salió fue Sergio Algora. Es lo que tienen los genios, que nunca sabes por donde te van a salir. La Costa Brava desde luego no eran perfectos, pero rebosaban encanto y calidad a raudales. Hazles caso, entra en su mundo y déjate querer por una loca… Porque al fin y al cabo, ¿quién no lo es?
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